La acción se desarrolla en el almacén de un teatro abandonado en una gran ciudad, destinado a su próxima demolición de acuerdo a una operación urbanística y a un proyecto de supermercado. En él, solía representarse cada noche de difuntos “Don Juan Tenorio”, de José Zorrilla, año tras año como tradición célebre en muchos teatros de España. La suerte hace que un vigilante de seguridad vaya a custodiar esa noche ese teatro abandonado, y que casi por obra de magia, o por la inercia de las energías suspendidas, las voces de los personajes y su puesta en escena cobre vida una vez más.
La acción comienza en Sevilla, allá por el año 1545. Es Carnaval. Los personajes bailan y cantan mientras una figura embozada escribe una carta; es Don Juan Tenorio. El lugar, la Hostería del Laurel, y será el hostelero, Cristófano Buttarelli, quien nos ponga en antecedentes. Don Juan Tenorio y Don Luis Mejía apostaron hace un año cuál de los dos haría los mayores atropellos y conquistas amorosas. Llega Don Luis, resumen hazañas y don Juan sale vencedor en esta Lid. Ahora la apuesta será de mayor envergadura: don Juan, prometido con doña Inés, hija del comendador –quien espera en un convento casar o hacer votos-, apuesta con don Luis arrebatarle a doña Ana, prometida de éste último. Lo consigue y es más, acude hasta el convento y rapta a doña Inés, pues
el comendador ha rechazado entregársela a matrimonio, enterado de sus granujerías. Ya en la hacienda de don Juan, y con su preciado botín doña Inés, el bribón tiene que escapar a toda prisa, no sin antes robar el corazón de la dama, pero ausentándose por un largo tiempo que durará hasta cinco años.
Tarde o temprano don Juan vuelve a Sevilla, y lo hace acudiendo al panteón de su desdichado padre. Allí los fantasmas de su pasado escabroso le anuncian su muerte esa misma noche. Asumiendo su imparable fatum, don Juan acude a una cita con viejos amigos, hasta donde llega el espectro del comendador, y es este convidado de piedra quien remata la vida de Don Juan, viniendo a decir que Don Juan es ya cadáver, habiendo sido muerto en un lance. Ahora su alma, gran pecadora, es salvada por el alma de Inés desde el otro mundo, la gran damnificada de la pieza y, a su vez, la gran enamorada.
Zorrilla nos presenta a un Don Juan arrepentido y acogido en el seno del perdón de Dios. Sin renunciar a este paradigma, creemos importante presentar a un Don Juan plenamente convencido de su arrepentimiento y salvado a través de su amor hacia doña Inés, hacia la vida y hacia el respeto por las personas a quienes dañó en vida.