El día del cumpleaños de Margarita casi nadie se acuerda de ella. El único regalo que recibe es de su médico y es un regalo como para no olvidarlo el resto de su vida: padece cáncer terminal. De repente su vida ha dado un vuelco, “un vuelco de ciento ochenta días”, y ella decidirá afrontarlo con el mejor humor del que sea capaz.
Ante la noticia de la muerte, y con la tensión del calendario descontando los días, Margarita hace un repaso de las cosas importantes de su vida: su matrimonio con un hombre que no la respetó y la abandonó; su papel de madre sola y su relación con cada uno de sus hijos; su vida profesional y los sueños olvidados; su anhelo de ser amada; y, cómo no, el miedo a morir y el dolor de los tratamientos paliativos.
Al final del espectáculo la protagonista se preguntará si no existe otro final… ¿Y si existiera? Quizá sería un buen momento para hacer realidad alguno de sus sueños…
Quizás el final sea tan sorprendente que, pese a lo dramático del tema, el espectador termine con una sensación de vitalidad y optimismo, una sonrisa en los labios y unas cuantas preguntas en la mente…