Es fascinante el otro rostro del viaje de Ulises, mítico viajero: ese otro rostro es el de su mujer, su amante, su faro. Es el rostro de Penélope. Ella representa “La Odisea” al revés, el viaje interior, el magma furioso de la inmovilidad, de la espera. Ella se imagina, en la distancia, las peripecias del viajero, lo sufre en la distancia, lo envidia tal vez; ella vive en aparente quietud, su viaje es el del vuelo desenfrenado de la imaginación.
Esta mujer, evocadora de amor y nostalgia, encarna “el otro viaje”, el viaje por el cuerpo, los sentimientos y las peripecias de la imaginación. Es la otra Odisea, desde la vivencia cotidiana; es su intento, su labor de incansable tejedora para construir la red que devuelva a su hombre de regreso a sus brazos; el intento para deshacer la telaraña de acontecimientos que la condenan a una vida de recuerdos y esperas.
Un viaje interior, paralelo al viaje del gran Ulises, un viaje por su propio cuerpo para evocar, inventar y reconstruir con dulzura, rabia y nostalgia, el cuerpo del amado ausente. Es éste el objeto de nuestro proyecto: explorar el mundo complejo de Penélope y hablar, desde ella, sobre las circunstancias conflictivas que generan la guerra.
¿Por qué la Ilíada y la Odisea? Estas historias son el corazón mítico de Occidente, libro fundacional de nuestra cultura, apología de la guerra y del guerrero. Es también un espejo LÚCIDO y actual de nuestra realidad. Estas obras nos permiten, a través de sus laberintos y su magia, hablar de la dolorosa ausencia de los hombres que se van a la guerra o en busca de mejores circunstancias de vida, para perderse en la imaginación desesperada de los seres que los aman. Por un lado, nos permite hablar de las migraciones en el mediterráneo que hoy en día, como en la ANTIGÜEDAD, sigue manchándose de rojo. Y, por otro lado, nos muestra el viaje interior de Penélope en relación con las peripecias de Ulises.
El mito de Penélope nos permite explorar la condición femenina contemporánea, una mujer atrapada en su isla de soledad, entre los desgarros de la violencia cotidiana y los anhelos de amor. Es, a su vez, la sensibilidad femenina y escucha de los paisajes interiores del cuerpo. Nos permite explorar, también, la fantástica geografía de la anatomía.
Los griegos hicieron del cuerpo humano un objeto de culto, idealizando y llevando a la perfección un modelo estético. Sin embargo, aunque la cultura griega ha tenido un lugar fundamental en la construcción de este ideal, culturas muy diferentes han desarrollado y expresado otros puntos de vista.