Escalada a tierras fronterizas.
En el borde nos muestra un día en la existencia de siete personajes que habitan un paso fronterizo entre Marruecos y España. Una aparición inesperada y un hurto insignificante dan lugar a que se remueva el pasado y los viejos rencores se agiten. En veinticuatro horas, la onda expansiva de este hecho provoca una cadena de actos crispados. Se nos revelan claves sociales como la emigración, el desarraigo, la moral corrupta y la criminalidad.
En el borde revela la magnitud de un problema de dimensiones no siempre bien evaluadas. Tenemos un marco general de brecha social, depresión, hostilidad y drogas como algunos de los contenidos del discurso. Por otra parte, las dinámicas familiares que aparecen también son prolongadoras de esta crisis, pues los personajes en la intimidad se muestran malhablados y agresivos, en respuesta automática frente a situaciones insoportables. Por ello muchas de las acciones más feroces de los personajes funcionan como un sustituto de relaciones afectivas honestas y lazos verdaderos. Estamos en un mundo que se siente huérfano y que genera en el comportamiento de los hombres la incapacidad de vincularse, si no es a través de mecanismos de defensa. Todos los personajes están puestos en situaciones límite -o bien se arrojan a ellas-, buscando tal vez una última posibilidad de certidumbre; parece que después de contemplar el mundo y sus sinsentidos no hay vuelta atrás.
En el borde especula sobre el poder del entorno en nuestro comportamiento. Nos recuerda la facilidad con la que, por influjo del paisaje colectivo, los humanos podemos caer en lo brutal y lo déspota. Entiendo que cuando no es así, el teatro se vuelve inocente, decorativo, amaestrado para calmar las buenas conciencias.